Biografía de José Arnaldo Márquez
Sus padres fueron José
Ambrosio Márquez y Jerónima Cecilia García. Estudió en el Convictorio de San
Carlos, donde destacó. Todavía alumno, dio al estreno su propias piezas
dramáticas, tituladas La bandera de Ayacucho, Pablo o La familia del mendigo
(1849) y La cartera del ministro, cuyos los diálogos líricos fueron muy
celebrados, mas no así su juego escénico, que era muy modesto. Además, editó el
semanario La Semana (que llegó a los 10 números: del 17 de septiembre al 6 de
diciembre de 1851).
Luego se enroló en el ejército,
destacando hasta ser ascendido a sargento mayor de infantería y nombrado
segundo ayudante del Estado Mayor General (1854). Llegó a ser secretario del
presidente José Rufino Echenique, pero tras el derrocamiento de este, luego de
su derrota en la batalla de La Palma (5 de enero de 1855), pasó al destierro a
Chile, poniendo así fin a su carrera militar. Desahogó aquel revés escribiendo
el poema La Ramoniada, sátira contra el general Ramón Castilla, el triunfador
de la guerra civil y nuevo Presidente del Perú. Pero pronto se benefició con
una amnistía dada por el mismo Castilla.
Tras permanecer
brevemente en Lima, viajó a los Estados Unidos en 1857, para ejercer el
consulado en San Francisco y otras ciudades de la unión americana.
En 1864, al vislumbrarse
la amenaza española hacia los países de la costa sur del Pacífico americano,
Márquez, por propia decisión y sin la autorización de su gobierno, mandó
construir en Nueva York dos barcos de guerra para implementar la flota de
guerra de su país. Sin embargo, fue desautorizada por el gobierno de Juan
Antonio Pezet y relevado de su función consular.
Retornó a Lima, donde
el nuevo gobierno encabezado por el coronel Mariano Ignacio Prado lo nombró
oficial primero del Ministerio de Gobierno. Simultáneamente editó la revista El
Cosmorama, labor que interrumpió al ser nombrado cónsul general en Nueva York
(13 de mayo de 1867). Fue en esta ocasión cuando le tocó intervenir en los
trámites de la adquisición de dos monitores de navegación fluvial para la
escuadra peruana, que fueron bautizados como Manco Cápac y Atahualpa.
De regreso a Lima,
trajo muchas mercaderías que puso a la venta, así como un teatro portátil
(1870). Sin duda le debió haber ido bien en tales negocios, pues nuevamente se
trasladó a Nueva York para continuarlos. Contando con el auspicio del gobierno
de Manuel Pardo, publicó allí el periódico El Educador Popular (110 números,
del 15 de mayo de 1873 al 30 de noviembre de 1877), desde donde divulgó las
aplicaciones prácticas de las ciencias modernas.
Por aquellos años, se
dedicó con empeño en un proyecto de una máquina para componer matrices
tipográficas, a fin de reemplazar el anticuado sistema de la composición por
tipos o letras individuales, que databa del siglo XV. Desplegando mucho tiempo,
así como recursos económicos a raudales, puso en práctica su invento, claro
antecedente de la linotipia. Retornó a Lima e hizo una demostración pública, el
16 de noviembre de 1878. Entre los espectadores se hallaba Manuel Pardo,
entonces presidente del Congreso, que le ofreció su apoyo, convencido de lo
revolucionario de tal invento, pero fatalmente cayó asesinado poco después. El
estallido de la guerra con Chile frustró también una última posibilidad de que
el gobierno peruano apoyara su invención. Por lo demás, faltaba hacer muchas
mejoras para perfeccionar su máquina. Decidió entonces viajar a Europa y
patentó su máquina en Inglaterra y Francia, esperanzado en interesar a los
industriales de esos países; pero sus planos le fueron robados y tuvo que
rehacer una y otra vez su invención. Agotados todos sus recursos tras buscar
una perfección inalcanzable, Márquez cayó en la miseria, y así lo encontró el
escritor argentino Martín García Merou, quien cuenta que con algunos amigos vio
aquella máquina de componer, arrumada en un sucio corralón:
…tenía
un vago parecido con las máquinas de escribir norteamericanas… para componer se
daba vuelta a un manubrio que giraba alrededor de dos alfabetos circulares,
colocados perpendicularmente. La letra señalada en cada alfabeto iba a
incrustarse en una matriz que hacía efecto de componedor y de cliché para
estereotipia. La composición de la pasta maleable de la matriz era también uno
de los secretos de Márquez.
Márquez atribuyó su
fracaso a la pérdida de algunas piezas que debió refundir cuando sus recursos
ya se habían agotado; lo cierto es que no logró convencer a nadie de la
viabilidad de su invento. El mérito de la invención de la linotipia quedó
reservado para el alemán Ottmar Mergenthaler, quien la patentó en 1886.
Márquez estuvo también
en España, donde hizo y publicó traducciones de Shakespeare; luego se dirigió a
Chile (1886), donde formó parte de la redacción del diario La libertad
electoral, y desde Santiago redactó el diario El colono de Angol, ciudad de
Araucania. Después pasó a Argentina, donde ejerció la docencia. Aquejado por la
nostalgia hacia su patria, retornó a Lima el 2 de abril de 1891.
No obstante, se alejó
nuevamente del Perú y viajó a Argentina. Fue profesor en la Escuela Normal de
Santa Fe (1896), para cuya biblioteca solicitó el envío de libros peruanos; y,
ya próximo a la ceguera, retornó definitivamente a Lima para pasar sus últimos
días. Colaboró entonces en forma asidua en el diario El Comercio.
Sus últimos días
transcurrieron en el Hotel Central, de la calle Palacio, en Lima. Falleció en
medio de la pobreza. Una versión familiar cuenta que uno de sus hijos trabajó
como linotipista en una imprenta de Valparaíso, ganando apenas para el
sustento.
Fuente: wikipedia.org.
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